Antes
de empezar con el sinsentido que me caracteriza quisiera expresar el inmenso
amor que le tengo a este blog. Textos malos, buenos, incomprensibles,
depresivos, lo que sea en el momento que lo precisaba. Generalmente no tengo
ningún lector en mente, es mi momento egoísta esplendoroso que se abre camino y
se deja llevar por lo que sea que está transitando (como está ocurriendo en
este mismo instante). Me encanta saber que dentro de mi desorden generalizado
acá encuentro congelados muchos momentos que tendrán algún tipo de importancia
para mí, la computadora podrá explotar en mil pedazos, el papel podrá arder
pero este blog permanecerá. No voy a mentir muchas veces releo y me genera una vergüenza
descomunal. Sin embargo, prevalecerá mi auto comprensión y mi pequeñísima estima.
Ahora
bien, en este momento estoy en pleno proceso de limpieza lo digo de modo
figurativo y también literal. Se trata de una habitación que se mantuvo intacta
por muchos años con papeles, libros, cartas, juegos, estudios, fotos, regalos,
ropa, etc. Un verdadero desastre (y no, no tengo el síndrome de Diógenes) pero
entiendo que en esa habitación llenísima de cosas también guardaba mi cobardía.
Había que abrir la puerta poner manos a la obra, observar y discernir qué es
aquello que debe irse, lo que queda y aquello que DEBE transformarse. En breve
cumplo 30 (miiiiiierda) tal vez eso tenga que ver… me dio algo de fortaleza
para abrir alguna carta cerrada, alguna foto escondida. Algunos tesoros
encontrados en este “depósito” me desintegraron la garganta aunque no lloré, no
aflojé y no cerré la puerta de la habitación. Sigo con mis ganas de terminar el
trabajo que empecé. Los que me rodean ni se imaginan la terapia que me estoy
mandando ahí metida entre bolsas de consorcio y cajas.
La
última reflexión que voy a dejar… desde chica sentí que llegaba tarde a las
cosas, la manada las descubría antes y yo era la freak que caía 10 años más
tarde. Es decir, a los 30 la mayoría de las mujeres (no toooodas, pero tengo
que generalizar sorry) está tratando de agarrar el último bondi que la deja en
la casa de la esquina con la cerquita blanca el perro lanudo, el bebé regordete
y el tipazo que lo acuna. Y yo recién empezando a limpiar la habitación y relatándolo
súper heroica, sin ningún tipo de deseo de correr siquiera el camión de basura.
¿Preocupante?