sábado, 18 de enero de 2014
No morir en el intento
Los cortes de luz con mil grados a la sombra, el oxigeno viciado y el vientito que a duras penas alcanza ser un estornudo de humedad pueden llegar a ser peligrosos o más aún letales. Los primeros apagones son hasta inclusive simpáticos porque logran conectarme con un costado lúdico que desconocía de mi misma. Mi creatividad se sintió exultante en el segundo y tercer apagón. Desde mi nueva perspectiva (con aire acondicionado de por medio) lo veo todo extremadamente maravilloso o es que no quiero sumarme un nuevo stress a mi papiro de quejas. Ahora bien ayer a la noche, con el cuarto apagón, volví a una casa a oscuras y otra vez ese calor insoportable. Lamentablemente ya no estaba en estado zen como en otras oportunidades. Sin embargo cené a la luz de las velas, me tomé una copa de vino y después salí. Me acosté al lado de mi perra a mirar el cielo con un silencio tan mudo?! Paradójicamente mi celular colaboró conmigo y me permitió escuchar la radio. Ahí estábamos mi perra, la radio y las estrellas, entre la bizarreada y la cursilería. Después de unas horas no existía lo lúdico, lo creativo, lo mágico, ni siquiera mi estado zen. Tras cuatros o cinco largas horitas comenzaba una nueva etapa… las típicas preguntas retóricas que se vuelven filosóficas. Es muy estúpido lo que voy a decir pero encontré mucho más en ese apagón, el silencio mudo, la radio y las estrellas que en todas las ramificaciones autoimpuestas. Difícilmente podría explicar aquello que encontré pero para cuando lo concrete, no creo que sea necesario decir mucho más. Sólo alivio y festejo a tu salud monita.
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