Una
crisis sacude pero no mata. Con el tiempo el torbellino se aplaca para pasar
luego a la instancia de aprendizaje y autoconocimiento. Esa etapa se debe vivir
con regocijo, disfrute y reflexión constante. Cuando te emperras en saltear
casilleros, sólo das paso al aturdimiento y la locura. Es una de las pocas
cosas que comprendí por lo tanto no le exijo al universo más de lo que me puede
dar. Cuando insisto en el chiquitaje viene el cimbronazo de anda saber dónde y
me ubica otra vez en el plano “correcto”. Nuevamente cierro otra etapa, despido
aquello que supo brindarme felicidad pero que hoy debe partir. Las partidas ya
no me duelen me asquean de la rabia. Ni una lágrima formó parte de la
despedida, sólo una molestia fuerte y dura en el pecho como un desgarro
horrible. Todavía no descifro cuál es el sentimiento que acompaña esa molestia física.
Sin embargo, la rabia me da cuenta que todavía falta un largo trecho para que
entienda que el dolor también forma parte de la vida y lo debo aprender a
procesar de la mejor forma posible. Cada despedida es diferente pero no por eso
menos penosa. Personas, circunstancias, objetos… todo tiene un ciclo y todo
tiene un cierre, a esta altura del partido puedo aseverar que la eternidad es utópica. #byepupe
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