Te miro de refilón porque mi vergüenza se hará visible rápidamente en el enrojecimiento de mi cara. Así y todo… seguís inmerso en tu mundo, no registras siquiera el tímido color que se va asomando en mis mejillas. Es tan frustrante, sólo consigo la atención de aquel que quisiera evitar. Intento pensar algo ingenioso para decir y lograr que al fin tu curiosidad disminuya la distancia entre nosotros ¿Nada? No lo puedo creer, me siento encerrada en una escena tragicómica donde todo sale al revés. Ya es muy difícil distinguir cuándo es preciso reír y cuándo necesitas sentir pena por el personaje. Bueno me resigno y trato de no implicar mis fantasías recargadas de un dulzor detestable. A veces me pregunto si las ilusiones romanticonas son solamente un patrimonio de las mujeres. Ojalá que en la cabeza de él se proyecten las mismas imágenes y que suene la misma banda de sonido que está explotando en mi cabeza.
A esta altura, creo que quiero cualquier cosa con tal de poder restringir esa sensación extrañísima que se aproxima a mi cuerpo.
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