Últimamente
estoy perdiendo la fe, un poquito más cada día pero intento resistirme porque
no quiero darle ese abrazo de despedida final. Estoy viendo cómo sufren y
batallan personas con gran corazón, veo cómo su entereza y su dignidad se
mantienen en pie apretando fuerte los puños mientras los ojos se empañan y la
voz se entrecorta. En principio me inspiran aunque me carcome por dentro la
impotencia porque no comprendo porque tienen que transitar caminos tan
obstaculizados. Estoy atada de pies y de manos, no puedo enmendar tamaño pesar.
Eso duele tanto pero tanto que me doblega.
Hoy
miré las estrellas, las tenía abandonadas y trataba de buscar algo de esperanza.
Creo que intentaba recordar también quién era esa persona llena de ilusión que
sólo trastabillaba y se paraba al instante para seguir la contienda. Me duele
el alma y eso de madurar en definitiva, crecer no es aquello que pensaba que
era. Me creí la historieta de los buenos con final feliz y los malos con su
justo merecido a menor o mayor plazo. Espero que todo lo que está ocurriendo no
termine de anular el restito que queda. No quiero que se desvanezca del todo y
no quiero perder mis fuerzas en el intento. Si existe ese Dios que todo lo ve,
me gustaría que aparezca aunque sea unos segundos y les lleve serenidad y
abrigo por lo menos esta noche.